
Sea que visitemos alguna ciudad o un destino natural, la regla es simple: a más aventureros seamos, más probabilidades de perdernos tenemos cada vez. Nadie está libre de esto, y el no ubicarnos puede ser una experiencia estresante. Pensando positivamente, al final encontraremos nuestro camino, pero ciertamente nos traerá una pérdida innecesaria de tiempo y momentos que hubiéramos preferido no vivir.
Para ello, la principal regla es la más básica, pero a la vez una de las que más evitamos: preguntar. A veces es por un pensamiento de no querer incomodar a otras personas, otras veces es por no evidenciar lo perdidos que estamos, o a veces simplemente es por un orgullo personal. Sin embargo, no perdemos nada. Preguntando y pidiendo ayuda usualmente obtendremos algún tipo de solución, y en el peor de los casos, seguiremos tan perdidos con antes.
Poniéndonos en la situación que estemos en un lugar alejado donde no hay muchas personas, o en un parte de la ciudad sin mucho tránsito, o en alguna comunidad donde no hablamos el idioma; también hay otras cosas que podemos tener en cuenta. En primer lugar, debemos ser muy observadores mientras caminamos, y tomar notas mentales de aquellas construcciones o formaciones importantes que vayamos pasando. Pueden ser iglesias, plazas, casas pintadas en forma especial, tiendas, o hasta árboles y rocas grandes.
No es recomendable intentar ubicarnos con elementos que están lejos, como montañas o nubes, ya que estos elementos se verán en forma muy similar desde distancias muy distintas.
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